Hasta la última gota.

Hay personas
que nunca aprenden,
otras,
que nunca cicatrizan.

Y entre unos
y otros
somos heridas andantes,
suplicantes,
de ser curados
con verdades como puños
por las mentiras
que un día nos contaron.

Y qué culpa tendrán ellos,
si fuimos nosotros
los que nos creímos
hasta la última gota
y nos bebimos
hasta la última palabra.

Nada.

Y qué más dará el camino
si al final,
el resultado,
acaba siendo el mismo:

nada.

Casi sin querer, másqueriendo.

Hacer el amor contigo
es pasar página a la tristeza,
regar las flores de los campos
en pleno invierno,
ver crecer las ama(r)polas
donde sólo hay asfalto,
ponerle color al cielo de Viena
- ese,
que nos vio pasear de la mano -,
y quitarle las pilas al reloj
de nuestra historia
para que
nunca consiga alcanzarnos.

Hacer el amor contigo
es ponerlo todo patas arriba
- sobre todo,
a ti -,
darle la vuelta a las palabras
y que sólo tú lo entiendas,
robarle los puntos a las exclamaciones
y convertirlos en puntos suspensivos
que nos sirvan de almohada,
contarles por las noches
que nuestro mayor miedo
son las personas que se acaban.

Hacer el amor contigo
es deshacerlo,
un sinsentido sintiendo,
como cambiar el orden del número π
y resolvernos,
como diría Defreds: casi sin querer,
como diría Salem: másqueriendo.

Hacer el amor contigo

es acabar hecho ruinas,

pero, amor,

decir Roma al revés contigo

ya está muy visto

por eso yo,

prefiero hacértelo.

El cubo de la basura.

He visto al amor
buscando restos de cariño
en el cubo de la basura
y lo único que encontró
fueron promesas.

Latas vacías
de una vida pasada
a las que nadie miró
su fecha de caducidad.

Cervezas
a medio terminar,
de esas que empiezan con un beso
y acaban en el mejor polvo de tu vida.

Platos rotos
que comprasteis a medias
y al final,
sólo pagaste tú.

Momentos
que ojalá no hubiesen terminado nunca
sobre todo,
no contigo dentro
del cubo de la basura.

Diferencias.

La diferencia
entre tenerlo todo
y no tener nada,
es sólo una persona de más.

O mejor dicho,
de menos.

Golpes de suerte.

A veces la vida te golpea la cara
y al tiempo,
la suerte te golpea la vida.

Muy equivocados.

Andamos con pies de plomo
porque nadie nos ha enseñado
a volar con alas de papel.

Tenemos miedo de llovernos
por si mojados
somos incapaces de alzar el vuelo
y nos quedamos estancados
hasta secarnos piel con piel.

Nadie nos dijo
que estábamos muy
- pero que muy -
equivocados
cuando buscamos en otras manos
el empujón que necesitamos

para
echar
a
soñar.

Que somos nuestra propia mecha
y se nos ha olvidado
que el fuego
está en nuestro interior.

Supongo,
que siempre fue más fácil
pedir a otro que nos prenda
y echarle la culpa de la explosión.